lunes, 27 de julio de 2015

La realidad Modelizada



Existen diversas formas de modelización concretamente tres: la modelización representativa, la simbólica y la convencional. Pues, la existencia de estas tres formas de modelización no implica, sin embargo, considerar tres clases distintas de imágenes, más bien habría que hablar de tres funciones modelizadoras, en aras de una mayor claridad, simplemente, de tres funciones icónicas. Además, es frecuente que una misma imagen cumpla, al mismo tiempo, más de una función, por lo que es recomendable utilizar el término de función icónica dominante al referirse a la forma de modelización más clara que la imagen haga de la realidad.

Vemos entonces que la conceptualización de cada una de estas tres funciones icónicas ha de hacerse, como  es obvio, desde la confrontación entre la realidad y la imagen que la modeliza: en este sentido, conviene advertir que no se debe reducir tal confrontación a una mera diferencia en cuanto al nivel de realidad  entre una y otra, aunque este sea una de las variables que ha de servirnos para establecer las diferencias entre la función representativa y la simbólica.
Entonces tenemos que una modelización representativa es si la imagen que sustituye a forma analógica: entre la imagen y la realidad existe una correspondencia estructural que puede ser viable en cuanto a la iconicidad.
Asimismo, las representaciones modelizan la realidad restituyendo sólo algunas características visuales pertinentes de dicha realidad. Esto quiere decir que una representación medianamente abstracta sea completada por el observador hasta llegar a una copia mimética.
El observador infiere la realidad a partir de unos rasgos pertinentes y genéricos, que son los que la representación le ofrece. Así vemos, que en una caricatura,  el proceso de conexión con la realidad no tiene por que devolver a un tamańo natural la nariz del personaje caricaturizado. La representación en este caso, gracias a esa capacidad abstractiva de la imagen nos facilita esa captación "inteligente" de la realidad, discriminándola.
Con relación a la modelización simbólica implica una transferencia de la imagen visual, de un significado simbólica: La Paloma = la paz. En este caso una imagen le ha otorgado una configuración visual particular a un hecho abstracto. Es evidente que cualquier imagen puede actuar como un símbolo, para que esto suceda sólo es necesario un acuerdo colectivo en tal sentido. Si esto es así, la imagen deja por cuenta del usuario el esfuerzo de llevar a cabo la abstracción.
Finalmente, la relación entre el símbolo icónico y la realidad se caracteriza por poseer aquél un grado de abstracción menor  que su referente simbólico. El concepto de paz hemos visto que es abstracto o, al menos, no se puede identificar con una configuración visual particular; el símbolo visual que lo visualiza - la paloma- o cualquier otra convención colectiva, posee una menos abstracción que tal concepto, ya que por tratarse de una imagen hay que relacionarla con su referente en la realidad: una paloma genérica.
En las imágenes que se cumple una función  simbólica, existe un doble referente: uno figurativo y otro simbólico. Dichas imágenes actúan en primer lugar como representaciones y en última instancia como símbolos. En la modelización convencional la imagen funciona como un signo no analógico. A diferencia de las representaciones o los símbolos; estos signos no poseen relación alguna con la realidad, al menos visualmente. Estos hacen referencia a un contenido particular o a un objeto, sin reflejar sus características sensibles: son en este sentido , arbitrarios.

Concluyendo, con frecuencia, las características visuales de los signos no existen en la realidad que ellos modelizan y responden más bien a criterios de utilidad  tales como la facilidad de reconocimiento, su simplicidad, etc.