La imagen como
representación es la conceptualización mas cotidiana que poseemos y, quizás por
ello, se reduce este fenómeno a unas cuantas manifestaciones. De ahí, que el
concepto de imagen comprende otros ámbitos que van más alla de los productos de
la comunicación visual y del arte; implica también procesos como el
pensamiento, la percepción, la memoria, en suma, la conducta. Es, por tanto, un
concepto más amplio que el de la representación icónica.
En que se diferencia
una foto de un niño, la imagen natural que del mismo obtenemos mediante la
percepción directa, el recuerdo de su fisonomía cuando está ausente, un retrato suyo, o sus movimientos
grabados en un video
Existen múltiples
hechos capaces de diferenciar estas cinco manifestaciones icónicas. Uno de
ellos es la naturaleza del soporte: en el primer
caso es fotoquímico, la retina cumple esta función en el segundo, este
no existe en el tercer ejemplo, el lienzo es el soporte del retrato, y
una cinta magnética el del último supuesto.
Veamos como una
sola característica es suficiente para distinguir unos ejemplos de otros, e
incluso podría formularse una clasificación de las imágenes en función del
soporte que las contiene: la primera y la última serían registradas, la segunda
natural, la tercera mental y la cuarta creada. Diferenciar unas imágenes de
otras no es complicado, y definirlas una
vez que están homogeneizadas (por un código) en un grupo en función de algún
criterio de pertinencia (en el caso el soporte), resulta, asimismo, fácil. El
problema, como decía al principio, es definir la imagen genéricamente.
¿Qué tienen en
común las imágenes que he utilizado como ejemplo?
Además del
referente, que en este caso es lo que menos importa, todas ellas poseen una
misma naturaleza., existen en la imagen tres hechos irreductibles: una
selección de la realidad, unos elementos configurantes, y una sintáxis,
entendida esta como una manifestación de orden. Todo fenómeno que admita
reducirse de esta manera, sin alterar su naturaleza, puede considerarse una
imagen.
Por último, el estudio de su naturaleza puede
recurrirse a dos grandes procesos: la percepción y la representación. Del primero
de ellos dependen todos los mecanismos de selección de la realidad; la
representación supone, a su vez, la explicitación de una forma particular de tal realiad, un aspecto de la
misma.
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