Existen diversas
formas de modelización concretamente tres: la modelización representativa, la
simbólica y la convencional. Pues, la existencia de estas tres formas de
modelización no implica, sin embargo, considerar tres clases distintas de
imágenes, más bien habría que hablar de tres funciones modelizadoras, en aras
de una mayor claridad, simplemente, de tres funciones icónicas. Además, es
frecuente que una misma imagen cumpla, al mismo tiempo, más de una función, por
lo que es recomendable utilizar el término de función icónica dominante al
referirse a la forma de modelización más clara que la imagen haga de la
realidad.
Vemos entonces
que la conceptualización de cada una de estas tres funciones icónicas ha de
hacerse, como es obvio, desde la
confrontación entre la realidad y la imagen que la modeliza: en este sentido,
conviene advertir que no se debe reducir tal confrontación a una mera
diferencia en cuanto al nivel de realidad
entre una y otra, aunque este sea una de las variables que ha de
servirnos para establecer las diferencias entre la función representativa y la
simbólica.
Entonces tenemos
que una modelización representativa es si la imagen que sustituye a forma
analógica: entre la imagen y la realidad existe una correspondencia estructural
que puede ser viable en cuanto a la iconicidad.
Asimismo, las
representaciones modelizan la realidad restituyendo sólo algunas
características visuales pertinentes de dicha realidad. Esto quiere decir que
una representación medianamente abstracta sea completada por el observador
hasta llegar a una copia mimética.
El observador
infiere la realidad a partir de unos rasgos pertinentes y genéricos, que son
los que la representación le ofrece. Así vemos, que en una caricatura, el proceso de conexión con la realidad no
tiene por que devolver a un tamańo natural la nariz del personaje
caricaturizado. La representación en este caso, gracias a esa capacidad
abstractiva de la imagen nos facilita esa captación "inteligente" de
la realidad, discriminándola.
Con relación a la
modelización simbólica implica una transferencia de la imagen visual, de un
significado simbólica: La
Paloma = la paz. En este caso una imagen le ha otorgado una
configuración visual particular a un hecho abstracto. Es evidente que cualquier
imagen puede actuar como un símbolo, para
que esto suceda sólo es necesario un acuerdo colectivo en tal sentido. Si
esto es así, la imagen deja por cuenta del usuario el esfuerzo de llevar a cabo
la abstracción.
Finalmente, la
relación entre el símbolo icónico y la realidad se caracteriza por poseer aquél
un grado de abstracción menor que su
referente simbólico. El concepto de paz hemos visto que es abstracto o, al
menos, no se puede identificar con una configuración visual particular; el
símbolo visual que lo visualiza - la paloma- o cualquier otra convención
colectiva, posee una menos abstracción que tal concepto, ya que por tratarse de
una imagen hay que relacionarla con su referente en la realidad: una paloma
genérica.
En las imágenes
que se cumple una función simbólica,
existe un doble referente: uno figurativo y otro simbólico. Dichas imágenes
actúan en primer lugar como representaciones y en última instancia como
símbolos. En la modelización convencional la imagen funciona como un signo no
analógico. A diferencia de las representaciones o los símbolos; estos signos no
poseen relación alguna con la realidad, al menos visualmente. Estos hacen
referencia a un contenido particular o a un objeto, sin reflejar sus
características sensibles: son en este sentido , arbitrarios.